Cuando una persona acude por ejemplo a un Fiscalista en Barcelona (o en cualquier otro lugar donde esta persona resida o precise), la misma de buen seguro que va a ponerse en manos de un profesional que debe de asesorarla y acompañarla, de resolverle a veces cuestiones de delicada índole, por todo ello que se establezca una adecuada confianza, así como una estricta confidencialidad entre el cliente y el profesional es indispensable.
Muchos clientes, a veces puede que por temor, en otras puede que por falsos prejuicios parecen acudir amedrentados o sin la intención de “dejarse ir”, de contarlo todo al fiscalista que hayan contratado. Y todo ello sin darse cuenta de que en realidad de que lo hagan o no lo hagan depende el buen servicio del profesional y que de no hacerlo en realidad los únicos dañados son ellos mismos.
Es responsabilidad del profesional el hacerse merecedor, el ganarse la confianza, pero es responsabilidad del cliente el abrir las puertas de la confianza, el no encerrarse en sí mismo a la hora de exponerle todo lo relacionado directa o indirectamente con el caso al profesional de marras que haya contratado.
A veces puede que la vergüenza de algo irregular que hayamos hecho nos hace pensar que el profesional nos juzgará, a veces igual pensamos que si contamos algo que hagamos hecho que no este bien aún nos pondremos en más problemas y obviamente que es así si eso lo hacemos en la calle con cualquier persona o con según quien, pero no con nuestro fiscalista
El fiscalista tan sólo está para ayudarnos, para resolver nuestra situación lo mejor posible y para asesorarnos, para nuestro beneficio y para lograr lo mejor para nosotros. Así, que con el fiscalista, como con el médico, la sinceridad y la confianza deben de estar ante todo.